El 95% de las ciáticas de origen discal evolucionan favorablemente sin necesidad de pasar por el quirófano. Para ello, es importante obtener un diagnóstico rápido de la dolencia que permita poner en marcha un tratamiento basado, entre otras medidas, en la tracción vertebral.
Un 20% de la población española tiene hernia discal sin síntomas aparentes. El origen de esta dolencia está, en un altísimo porcentaje, en pacientes con lumbalgias mal curadas o ni siquiera tratadas que, al evolucionar normalmente de manera favorable en las primeras semanas, no consultan a su médico, según informa el jefe del Servicio de Fisioterapia de la Clínica Armstrong, Horacio Bobadilla.
El problema de no tener un diagnóstico ni, por tanto, el seguimiento de un profesional, es que en un alto porcentaje de los pacientes se ocasionan episodios recurrentes de lumbalgias. De hecho, entre un 30 y un 50% vuelven a padecerlas al año siguiente y más del 90%, a lo largo de su vida.
Y cuando la lumbalgia mal curada se repite, las consecuencias empeoran, explica Bobadilla. Primero porque el dolor aumenta hasta el punto de que puede impedir hacer una vida normal. Además, en estos casos en los que los problemas se complican y tardan hasta 2 años en resolverse, las probabilidades del paciente de incorporarse a la vida laboral son cada vez menores.
Es como la “pescadilla que se muerde la cola”: más dolor, más bajas laborales, más tiempo en recuperar la vida normal… Así, lo que comenzó con una lumbalgia, termina siendo una ciática por o con hernia de disco causante de una interminable sucesión de bajas laborales que pueden llevar incluso a la jubilación anticipada.
Y mientras el paciente avanza en este proceso, la única solución para tratar su dolencia parece estar en la cirugía… O no, porque aquí viene la buena noticia: el 95% de las ciáticas de origen discal evolucionan favorablemente sin cirugía gracias, entre otros medios, a los tratamientos de tracción. Veamos en qué consisten.
Tracciones vertebrales, ¿en qué consisten?
Este tratamiento se utiliza en la actualidad con fines terapéuticos, pero proviene de la antigüedad. Consiste en aplicar dos fuerzas de sentido opuesto, siguiendo el eje mayor de la columna vertebral o una dirección parecida. Las tracciones vertebrales están destinadas a reducir una lesión traumática, modificar curvas de la columna o reducir síntomas o dolores frecuentes de la columna, como las lumborradiculagias por hernia discal.
¿Qué hace falta? En estos tratamientos la aparatología es simple: una camilla con la mitad móvil, dos arneses, uno torácico y otro pélvico, y un sistema eléctrico para la fuerza de tracción que proviene de un motor que enrolla un cable.
¿Cómo se realiza? Existen varias formas de realizar estos procedimientos. Algunos protocolos, avalados por múltiples estudios realizados en Francia, USA y Finlandia, recomiendan tracciones diarias que van desde 1 o 2 horas de duración con baja intensidad. Otra opción son las tracciones cortas en periodos de 10-20 minutos con intensidad elevada (entre el 50-80% del peso corporal). En la Clínica Armstrong el protocolo contempla acciones diarias, durante 10-15 días continuados. En este periodo se utilizan cargas iniciales del 20-25% del peso corporal, aumentándolas progresivamente hasta el 50-55% del peso corporal.
Otras medidas para evitar la cirugía
Como comentábamos anteriormente, ante el primer episodio de lumbalgia es importante acudir al especialista para obtener un diagnóstico que permita establecer un protocolo de tratamiento profesional.
Muchos estudios y trabajos demuestran que cuanto más precoz es el tratamiento, el periodo de baja laboral, el dolor y la incapacidad funcional disminuyen de forma significativa. Como parte de ese protocolo que el médico establezca es importante agotar todas las posibilidades terapéuticas durante, al menos, 2 o 3 meses antes de decidir la intervención quirúrgica. Estas son las posibilidades terapéuticas que se deben contemplar:
Evitar el reposo prolongado
El reposo absoluto y prolongado en cama no debería sobrepasar los 15 días. Al alargarlo, se pueden desarrollar complicaciones a corto y medio plazo muy comunes, como el hecho de que el paciente use una postura que no debería adoptar por miedo al dolor (dramatización de movimiento), excesiva protección, y en algunas ocasiones, miedo y aprensión a la vuelta a la actividad física incluso después de la curación.
Seguir programas de ejercicios
Frente a las opiniones que aconsejan reposo absoluto y prolongado en cama, es recomendable cierta actividad, siempre en función de la tolerancia del paciente al dolor y salvo en los casos en que éste sea insoportable y el paciente no pueda estar de pie. Seguir programas de ejercicios de intensidad creciente, la reeducación y recuperación funcional son métodos que funcionan.
Desdramatizar el dolor
El programa de tratamiento idóneo estaría basado en la recuperación del estado físico y psicosocial, mediante la participación activa del paciente en un programa de ejercicios de intensidad creciente y siempre de la mano de un equipo multidisciplinar formado por médicos, fisioterapeutas, ergoterapeutas, asistentes sociales, psicólogos y psiquiatras.
Uso de corset
En lo relativo al uso del corset lumoestado sacro-lumbar, y pese a que no existen pruebas fehacientes que demuestren su eficacia, la experiencia desde la Clínica Armstrong sí desvela que ayuda a disminuir el dolor y favorece la continuidad de la actividad física en pacientes que se verían abocados a guardar reposo en cama.
En cualquier caso, el uso del corset debería empezar entre las 4-6 semanas desde que se manifiestan los primeros síntomas. Otro hecho importante a señalar es que su uso prolongado durante algunos meses no lleva consigo ni pérdida de masa muscular ni de fuerza.